Bélgica, una ficción de país


(Publicado originalmente el 16 de julio de 2008)


Desde hace ya mucho tiempo, Bélgica es sólo una ficción de país, a la que se aferra con desesperación la minoría francófona porque no tiene nada más. Los flamencos, que representan aproximadamente el 60% de la población belga, tienen Flandes como referencia nacional de identidad, pero los francófonos sólo tienen Bélgica.

Poster de la campaña en favor de la unidad
Los flamencos, la comunidad históricamente pobre, marginada y despreciada social y políticamente, no sólo se ha convertido en la región más rica y dinámica de Bélgica, sino que se ha transformado en un nación, con una agenda y unos objetivos políticos propios y con la voluntad de convertirse en un Estado.

La antaño todo poderosa comunidad francófona, que dominó económica, social y políticamente Bélgica hasta hace unas pocas décadas, se encuentra a la defensiva, empobrecida tras las sucesivas crisis de la minería y de la industria siderometalúrgica y por la  pérdida de la riqueza procedente del Congo y las otras colonias africanas, sin que haya sido capaz de generar un nuevo tejido empresarial potente que sustituya al perdido.

La comunidad francófona, repartida entre Bruselas y Valonia, depende de los fondos que aporta Flandes para mantener su actual nivel de protección social, el seguro de desempleo, las pensiones, las ayudas familiares, la asistencia sanitaria y la educación. Sin esas transferencias, la protección social francófona debería recortarse al menos en un 30%, según diferentes estudios.

Tres jovenes tras la manifestación de 2007
Los francófonos durante demasiados años no han sido conscientes del enorme esfuerzo financiero que ha supuesto para Flandes esas ayudas, ni del malestar creciente que se generaba en el norte del país por el autoabandono de Valonia en una crisis endémica y por su acomodo a una cultura del subsidio.

Hace un año y medio, el informativo ficticio en la televisión pública francófona sobre la proclamación de la independencia de Flandes y la muerte de Bélgica fue creído por decenas de miles de telespectadores, porque todos son conscientes de que el país está fracturado de forma irremediable desde hace mucho tiempo.

Las dos comunidades viven de espaldas, hablan lenguas distintas, leen diarios distintos, ven programas televisivos diferentes. Las novelas, las películas de éxito, incluso los comics de los niños son diferentes en el norte y en el sur del país. La mayoría de los francófonos desconoce el neerlandés y una parte muy importante de los flamencos no controla el francés.

Letreto en francés tachado en Kraainem
Al margen de la crisis política, los diarios y los informativos de la televisión flamencos y francófonos informan muy poco o casi nada de lo que ocurre en la otra parte del país y sólo para noticias negativas: la corrupción, los crímenes y los abusos del Estado del Bienestar de la zona francófona y la persecución del francés, el racismo y la corrupción de Flandes.

No existe desde hace varias décadas ningún partido político de ámbito estatal. Las relaciones entre los partidos flamencos y francófonos de la misma familia política son escasas o nulas. La fragmentación alcanza a todos los ámbitos de la vida cotidiana, incluso las federaciones deportivas están separadas.

Manifestación de 2007 en favor de la unidad de Bélgica
Las actuales negociaciones para reformar el Estado y ampliar los poderes de las regiones estaban abocadas al fracaso, porque lo que reclama Flandes es inaceptable para los partidos francófonos. Estos partidos no pueden permitir un recorte de los derechos políticos y judiciales de los residentes francófonos de la periferia flamenca de Bruselas, ni son capaces de gestionar el ajuste que implicaría el recorte de las transferencias que conlleva las reivindicaciones de Flandes.

Los partidos flamencos tampoco no pueden conformarse con menos, porque no pueden volver con las manos vacías después de haber incitado ellos mismos a su propio electorado con su visión nacionalista. Y menos con la presión constante de la extrema derecha independentista del Vlaams Belang (Interés Flamenco), que constituye la segunda fuerza política de Flandes.

Bélgica está abocada a un agónico proceso de descomposición, porque las dinámicas políticas desencadenadas al norte y al sur del país con motivo de las elecciones del 10 de junio del 2007 han superado durante los últimos doce meses de enfrentamientos el punto de no retorno y ya no existe una base compartida sobre la que poder construir un proyecto común estable y duradero.



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