(Publicado originalmente el 12 de julio de 2008)
En pocas capitales europeas la masonería ha dejado una impronta tan perenne y visible como en Bruselas. No sólo la capital belga debe a la masonería su prestigiosa Universidad Libre de Bruselas (ULB), sino que la vasta red actual de escuelas municipales laicas tampoco existiría sin la tenacidad y el empuje de las logias masónicas a lo largo del siglo XIX y su influencia decisiva en el ayuntamiento de la capital.
Universidad Libre de Bruselas (ULB) |
Numerosos edificios de la ciudad, viviendas y monumentos aún conservan visibles símbolos masónicos. Incluso el diseño del parque central de Bruselas reproduce con sus avenidas, jardines y estanques los principales símbolos masónicos. El compás, la plomada y el cincel son inmediatamente perceptibles con una simple mirada a un mapa o una foto aérea del parque, mientras que las demás herramientas (mazo, escuadra, paleta, martillo) aparecen dibujadas en el diseño de los jardines. No en vano, Charles de Lorraine, gobernador general austriaco de Bélgica cuando se construyó el parque en la segunda mitad del siglo XVIII, era un miembro destacado de la logia Saint-Charles.
Posteriormente, en el extremo hundido del parque próximo al Palacio Real, se inscribieron en el muro las siglas invertidas del acrónimo VITRIOL, la famosa fórmula latina asociada al proceso de iniciación masónica: “Visita InterioraTerrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem”. Es decir, “visita el interior de la Tierra y rectificando descubrirás la piedra escondida”, en referencia a la reflexión sobre uno mismo para crecer y desarrollarse. Esta inscripción se encuentra en el decorado del gabinete de reflexión, por el que pasa el futuro iniciado antes de ser conducido al interior del templo con los ojos vendados para la ceremonia de iniciación.
Estatua de Pierre Théodore Verhaegen |
Ante el monopolio católico de la enseñanza universitaria en Bélgica, el jurista Pierre Théodore Verhaegen, gran maestro de la logia Los Amigos Filantrópicos, impulsó en 1834 la creación de una universidad laica, totalmente independiente del Estado y de la Iglesia y regida por el principio de la libertad de pensamiento. Con el respaldo del alcalde de Bruselas, Nicolas Rouppe, también miembro de la misma logia, la nueva universidad nació el 20 de noviembre de 1834.
Durante numerosas décadas la Universidad Libre de Bruselas sólo consiguió sobrevivir a la hostilidad de la Iglesia y del Estado durante los gobiernos conservadores gracias a las ingentes contribuciones financieras de las logias masónicas y al apoyo del ayuntamiento de la capital.
La creación de la ULB y el creciente prestigio de los masones en el naciente país desencadenaron una ofensiva clerical frontal, que culminó con la condena pública de la masonería por el episcopado en 1837, que se fue leída en todos los púlpitos de Bélgica. La condena eclesial condujo al abandono de las logias por parte de los católicos y a la afiliación en masa de los anticlericales, lo que dio un ímpetu decisivo a la politización de la masonería en Bélgica.
Sede de la Logia de los Amigos Filantrópicos |
Las elites intelectuales del país pensaban que las libertades de la Constitución de 1830 sólo servían a los intereses católicos: multiplicación de las escuelas primarias dirigidas por el clero, duplicación en pocos años de la población de las órdenes religiosas e intervenciones reiteradas del episcopado en las elecciones.
Bajo el impulso de Verhaegen y de las logias masónicas se organizaron las asociaciones liberales, que condujeron el 14 de junio de 1846 a la creación de Partido Liberal en la sala gótica del Ayuntamiento de Bruselas. Al año siguiente obtuvo una gran victoria en las elecciones que permitió la constitución del primer gobierno liberal de Bélgica. “La masonería se ha convertido en la cabeza y la vanguardia del Partido Liberal”, proclamó en esa época con entusiasmo el editor Albert Lacroix.
Las logias masónicas concentraron sus esfuerzos políticos en lograr la laicidad del Estado, en promover una enseñanza pública laica, obligatoria y de calidad, en instaurar la educación femenina, en la reglamentación del trabajo de las mujeres y los niños, el matrimonio civil y en establecer el sufragio universal. La desaparición del sufragio censatario, por el que tanto habían luchado, al ampliar enormemente el electorado, privaría a los masones en los albores del siglo XX de su antiguo papel político determinante. Pero durante la segunda mitad del siglo XIX casi la totalidad de la elite liberal bruselense estaba afiliada a alguna logia masónica.
Símbolo en la antigua Logia del Derecho Humano |
La red de escuelas primarias se completó con cursos nocturnos para adultos, gimnasios populares, guarderías, escuelas maternales, bibliotecas y centros de enseñanza media y profesional. Esa red de escuelas municipales, orgullo de la capital belga, sirvió de modelo para la reorganización de la enseñanza primaria en el país y fue imitada en el extranjero.
Otra de las grandes batallas de la masonería fue el combate para secularizar los cementerios, que la Iglesia consideraba como propiedad suya, y poner fin a la práctica eclesial de condenar a los librepensadores a ser enterrados en el rincón de los criminales.
A pesar de haber logrado el Ayuntamiento de Bruselas imponer la propiedad municipal a los cementerios para que estuvieran abiertos a todos sin ningún control de la Iglesia, la estrategia de intimidación de los medios eclesiásticos era tan grande sobre las familias y las personas que se negaban a someterse al ritual católico, que las logias tuvieron que organizar ceremonias civiles para amparar a sus miembros. Numerosas personas dejaban asimismo redactados testamentos masónicos para rechazar por escrito cualquier ritual religioso en su entierro.
Símbolo mason en una tumba en Bruselas |
Verhaegen, pese a las presiones de su familia, se negó a recibir los últimos sacramentos y dejó por escrito su rechazo a cualquier presencia eclesial o funeral religioso en su testamento, lo que convirtió su entierro en uno de los grandes momentos históricos de las luchas confesionales de Bélgica.
Casi 16 años después, el entierro de Enerst Allard, otro político liberal masón, en 1878 movilizó de nuevo masivamente a todas las logias de Bruselas para defender la libertad de pensamiento frente a la presión católica.
Allard, varios años antes de su muerte, dejó también un testamento escrito con instrucciones precisas para evitar cualquier interferencia religiosa en su funeral e incluso pidió a los miembros de su logia que le protegieran si era necesario del acoso religioso en sus horas postreras.
De esa titánica lucha decimonónica ha quedado la práctica frecuente actual de las esquelas masónicas que aparecen en el diario francófono progresista “Le Soir”, donde se destaca bajo el símbolo tradicional del compás y la escuadra que la persona falleció "fiel a sus convicciones filosóficas".
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