(Publicado originalmente el 24 de mayo de 2010)
A tres semanas de unas elecciones legislativas clave para el futuro de Bélgica (13 de junio), el país da la impresión de ir más a la deriva que nunca. Mientras los partidos y la población flamenca se preparan para acudir a las urnas con el decidido objetivo de transformar el actual Estado Federal en un Estado Confederal, la población francófona parece dominada por la apatía y los partidos francófonos, anclados en una estrategia de resistencia numantina a las exigencias de la mayoría flamenca, no parecen capaces de presentar ninguna alternativa viable al progresivo desmantelamiento del estado belga que va realizando Flandes.
Joven belga a favor de la unidad del país |
La enésima crisis política del país, con la tercera dimisión del primer ministro, Yves Leterme, en tan solo dos años, y la convocatoria de elecciones anticipadas a causa de los conflictos regionales, refleja esa realidad social con toda su crudeza.
Tras las elecciones de junio del 2007, Bélgica necesitó diez meses de tormentosas negociaciones políticas para lograr formar una inestable coalición gubernamental democristiana-liberal-socialista de cinco partidos. Después de los comicios del 13 de junio, la tarea se presenta todavía más ardua e incierta.
SIN BASE PARA UN CONSENSO
Las posiciones entre los partidos flamencos y francófonos son tan distantes que no existe una base encima de la que construir un consenso sobre el modelo de estado y de relaciones entre las dos comunidades. «¿Este país tiene aún algún sentido?», se preguntaba en la portada el principal diario francófono Le Soir el pasado 23 de abril, condensando en una sola frase la situación real de Bélgica.
Letrero en francés tachado en Kraainem |
Flandes, la comunidad más poblada, rica y dinámica de Bélgica, se ha transformado a lo largo de las últimas décadas en una nación de facto, con una agenda y unos objetivos políticos propios y con la voluntad de convertirse a la larga en un Estado.
Tras la segunda guerra mundial, los flamencos, la comunidad históricamente pobre, marginada y despreciada social y políticamente, han ido asumiendo paulatinamente un creciente peso económico y político en Bélgica, que les ha permitido lograr un reconocimiento de derechos regionales y lingüísticos cada vez más amplio. Ahora, al sumar el 60% de la población, detentan asimismo la mayoría del Parlamento federal.
RADICALIZACIÓN NACIONALISTA
El éxito electoral de la extrema derecha independentista flamenca, el Vlaams Belang (Interés Flamenco, antiguamente denominado Vlaams Blok) ha empujado además a los demás partidos flamencos a asumir unas posiciones cada vez más nacionalistas y exigir poderes cada vez más amplios para Flandes.
Oficina del Vlaams Belang en Mechelen |
La Nueva Alianza Flamenca (NVA), donde se agruparon la mayoría de los antiguos miembros de Volksunie y que defiende la independencia a medio plazo de Flandes, aparece precisamente como favorito en las elecciones y los primeros sondeos le auguran convertirse en el partido con más diputados en el nuevo Parlamento federal belga: 22 de 150 escaños.
La NVA obtendría, según los sondeos, el 22,9% de los votos de Flandes, 4 puntos por delante de los democristianos (CDV). Sumando los votos atribuidos a las fuerzas radicales, Vlaams Belang (12,5%) y Lista Dedecker (3,9%), los partidos que apoyan la independencia de Flandes suman casi el 40% de las intenciones de voto.
Sede de la presidencia de Flandes en Bruselas |
A LA DEFENSIVA Y SUBSIDIADOS
La comunidad francófona representa alrededor del 40% de la población y vive repartida en Walonia y Bruselas. Frente a los flamencos que tienen Flandes como referencia identitaria nacional, los francófonos son quienes defienden una Bélgica lo más integrada posible, porque necesitan las subvenciones con los fondos recaudados en Flandes para mantener su nivel de vida y porque si Bélgica se disuelve no les queda nada.
Manifestación de mayo de 2010 |
Sin las transferencias procedentes de Flandes, la protección social francófona debería recortarse en un 30%, según determinados estudios. La comunidad francófona no ha sido consciente del enorme esfuerzo financiero que ha supuesto para Flandes esas ayudas, ni del malestar creciente que se generaba en el norte del país por el autoabandono de Walonia a una crisis endémica y por su acomodo a una cultura del subsidio y al seguro de paro prácticamente eterno.
SIN NEXOS DE UNIÓN
La fijación de la frontera lingüística definitiva que instauró una división de Bélgica por la mitad en 1962, alejó decisivamente a una comunidad de otra. Desde hace varias décadas no hay ningún partido de ámbito estatal y las relaciones entre los partidos flamencos y francófonos de la misma familia política son nulas. La fragmentación alcanza todos los ámbitos de la vida cotidiana, incluso las federaciones deportivas están separadas.
Libros sobre la crisis política belga |
Hasta las novelas, las películas, los programas televisivos y los cómics de éxito son diferentes a un lado y otro de la frontera lingüística. Los flamencos suelen saber francés, pero evitan hablarlo en su territorio, mientras que un alto porcentaje de francófonos no sabe neerlandés.
Joven con la bandera belga pintada en la cara |
Los partidos francófonos se resisten a esa escisión porque recortaría el derecho de los 150.000 francófonos que residen en la periferia flamenca de Bruselas a ser juzgados en francés, a utilizar en francés en sus relaciones con la administración y a votar a partidos de su lengua. Los francófonos consideran esa escisión como una vulneración de las garantías dadas cuando se fijó la frontera lingüística del país. Para los flamencos es esencial consolidar la frontera lingüística como frontera política, mientras que los francófonos ven en ello la preparación de la independencia de Flandes.
APATÍA Y DESCRÉDITO
Pese a ese temor francófono a la ruptura del país, la movilización ciudadana en defensa de la unidad de Bélgica es muy débil. Las banderas tricolores belgas han reaparecido en las ventanas y balcones de la capital, pero con menos intensidad que en el 2007, y la manifestación celebrada el pasado 16 de mayo en Bruselas en defensa de Bélgica fue un fracaso. Apenas participaron en ella unas 3.000 personas, mientras que en el 2007 una manifestación similar movilizó a 35.000 personas en la capital, aunque también supuso una participación escasa para una población francófona de unos 4 millones de personas.
Bandera belga en Bruselas en una vivienda |
Los partidarios de boicotear el voto obligatorio para expresar su repulsa al establishment político, a pesar del riesgo de ser multados con 55 euros, se están mostrando muy activos. Esta campaña ha encontrado el respaldo público de figuras destacadas, como el cantante flamenco Stijn Meuris. El web www.jenevotepas.be ha conseguido más de 5.000 adhesiones en muy pocos días y otros grupos en Factbook, que proponen ir a la piscina en lugar de acudir a votar también acumulan más ya más de 12.000 adherentes.
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