Los belgas celebran el carnaval en Binche


Los belgas, en especial los francófonos, acuden masivamente a celebrar el carnaval en Binche, una pequeña ciudad medieval situada en el corazón de la antigua región hullera y metalúrgica de Hainaut, al suroeste de Bruselas. Reconocido como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO desde el 2003, el carnaval de Binche es el más famoso de todos los que se celebran en Bélgica y constituye el momento culminante de la vida de la ciudad.
"Gilles" de Binche
Durante tres días, decenas de miles de visitantes inundan las calles del centro histórico, encorsetado dentro de los restos de una imponente muralla medieval. Por imperativo climático, los festejos están muy alejados de las desnudas exuberancias tropicales brasileñas. Pero el carnaval de Binche cuenta con una abigarrado colorido y una enorme vitalidad autóctona, dominada por la voluminosa presencia de los “Gilles”.
Más allá del tradicional desfile carnavalesco, las batallas de confeti, los disfraces y los bailes, lo que caracteriza el carnaval de Binche es la infatigable danza callejera de un millar de “Gilles” durante el Mardi Gras (martes de carnaval), desde la madrugada hasta el final de la noche. Estos personajes emblemáticos aparecen por primera vez cuatro semanas antes del domingo de carnaval para anunciar los festejos que se acercan y no vuelven a aparecer hasta el Mardi Gras.
Los “Gilles”, calzados con zuecos de madera, están vestidos con una blusa y un pantalón decorados con decenas de estrellas, leones y coronas. La blusa esta forrada por delante y por detrás de paja, lo que les confiere ese aspecto aparatoso tan característico.
Los “Gilles” siempre se desplazan acompañados de tambores, bailan para celebrar la inminencia de la primavera, lanzan naranjas al público para estimular la fecundidad y llevan en la mano un pequeño haz de madera que simboliza la renovación.
Joven Arlequín en Binche
Durante los bailes de la mañana llevan una máscara de cera, con unas gafas verdes y una pequeña barba y bigote. Por la tarde, durante el lanzamiento de naranjas, lleva sobre la cabeza un aparatoso sombrero de plumas de avestruz, que pesa cerca de 3 kilos.
Estas figuras legendarias, cuyos orígenes se pierden en las tradiciones paganas, se asocian históricamente según los investigadores a una fiesta de disfraces organizada en 1549 por María de Hungría en honor a la visita de su hermano Carlos V (I en España), en la que los invitados disfrazados de incas peruanos se les denominaba “Gils”
La tradición exige que los “Gilles” sólo coman ostras y sólo beban champagne durante toda la jornada del Mardi Gras desde las 4 de la madrugada, aunque a algún alérgico al marisco se le permite sustituir las ostras por salmón ahumado.
Otras reglas de comportamiento público de los “Gilles” son no fumar, no utilizar el teléfono móvil, no comer en la calle, no dar muestras de ebriedad, no besar a su mujer y no coger a los niños en brazos.
En la región flamenca, el carnaval más famoso es el de Aalst (Alost en francés), en el norte de Bélgica, con un espectacular desfile dominical en el que participan más de 70 cofradías disfrazadas y un Mardi Gras dominado por la nutrida presencia de las “Voil Jeannetten” (literalmente Sucias Juanitas en neerlandés), varones disfrazados de mujeres.
Visitante del carnaval de Binche
Otro carnaval famoso en Bélgica es el de la localidad valona de Stavelot, donde los personajes característicos son los “Blancs-Moussis”, vestidos con unas túnicas y unas capuchas blancas, que evocan los hábitos de los monjes y que llevan una máscara con una larga nariz roja puntiaguda.
Los “Blancs-Moussis” fueron creados por la población en la edad media como reacción a la prohibición decretada a finales del siglo XV por el príncipe-abad para impedir que los monjes siguieran participando en los festejos del carnaval como era costumbre. Al principio la población de Stavelot se disfrazó con una indumentaria del tipo y color que la de los monjes para expresar su rechazo a la arbitraria decisión del príncipe-abad, pero después de nuevas prohibiciones la población optó por una vestimenta blanca menos conflictiva pero que con su capucha seguía recordando a los monjes.

(Publiqué una versión más corta el 2 de marzo de 2009)

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